¿Lectura… auditiva?
Para un verdadero bibliófilo nada se compara con la sensación de tener un libro en la mano. Pero están surgiendo nuevas formas de disfrutar y experimentar la literatura y los audiolibros están teniendo un gran momento de popularidad tras la pandemia.
Ya sea que estés en el metro, el autobús o en el carro, en la tienda o en la cocina, mientras haces las tareas del hogar o simplemente te acuestas en un parque o la playa, muchas personas recurren a los audiolibros para aprovechar mejor sus horas de lectura o simplemente relajarse.
No son pocos los que se preguntan si es trampa escuchar un libro, si es un engaño, un fraude, si un formato va a sustituir al otro, en fin…
Lo cierto -y lo dicen los expertos- es que leer es diferente a escuchar, pero no es cuestión de cuál de los dos procesos es mejor o peor, sino de asumir que son dos formas de comunicación diferentes y cada una puede adaptarse mejor a determinados objetivos.
Los audiolibros son una excelente herramienta para los niños. Al estar iniciando su proceso de lectoescritura, los acercan a la forma en que sus padres les cuentan las historias, estimulan su imaginación, mejoran la capacidad de escuchar y la atención; ayudan a dormir y, por supuesto, hay aumento de la comprensión lectora.
Algunos psicólogos consideran que los audiolibros son una excelente solución para las personas que sufren dislexia. Permiten al oyente disfrutar de un libro sin tener que realizar el trabajo de decodificar el texto escrito.
Aunque los psicólogos también indican que cuando hablamos de memorización y asimilación la situación cambia, ya que es más productiva la lectura o las técnicas de estudio que la escucha de un temario, leer es algo que tú haces, mientras que escuchar es algo que te ocurre.
El libro escrito necesita que tomes parte activa para que la narrativa avance y en el audiolibro la historia avanza independientemente de tu participación. Esa falta de acción consciente puede hacer que el impacto en nuestra mente sea menor y no recordemos tantos detalles, por lo que podemos olvidar con más facilidad.
Cuando estudiamos, leemos de una manera diferente. Dependemos de nuestras capacidades de lectura, podemos reducir la velocidad o hacer lectura rápida, concentrarnos más, hacer relecturas después de prelecturas, pararnos a pensar, anotar, etcétera. Trabajamos con hábitos mucho más versátiles para estudiar.
Además, el texto escrito ayuda al lector con su organización en encabezados y párrafos.
Lo que podemos concluir es que ambas formas de lectura implican procesos diferentes y abordan la literatura desde ámbitos distintos. Todo depende de la intención y el tipo de contenido. Entender las diferencias de los formatos te permitirá utilizarlos de la mejor manera y con mayor beneficio. Así que cuéntame: ¿tú qué prefieres, libro o audiolibro?
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